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Ser fascista hoy
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El éxito de Vox en las elecciones autonómicas andaluzas ha provocado una alerta antifascista por parte de los partidos de la izquierda del régimen, el PSOE y Podemos-IU, que ha sido rápidamente secundada en las calles por hordas de sus jóvenes quemando contenedores.

Cuando el marxismo era una fuerza política, los marxistas luchaban por la conquista del estado frente a un poder quer era, decían, fascista. Los fascistas estaban en los parlamentos, ocupaban los consejos de administración de las empresas, las instituciones y magistraturas del Estado, las sacristías y los obispados, las cátedras universitarias, los medios de comunicación. El fascismo era hegemónico ideológica, social, económica y políticamente. Aquella izquierda marxista, reformista o revolucionaria, aspiraba a cambiar esa relación de fuerzas. Ya lo ha conseguido.

Hoy, para ser fascista solo hay que cuestionar lo políticamente correcto, el pensamiento y los dogmas imperantes: la ideología de los derechos humanos, el nuevo orden mundial unipolar, el inmigracionismo y el multiculturalismo, las leyes de género, el feminismo, el animalismo, la ecolatría, el intervencionismo humanitario, el relativismo cultural, el posmodernismo filosófico, la islamofilia. Todo lo formalmente establecido como correcto, bueno y deseable.

Para ser fascista hoy ya no hay que atacar al liberalismo y la democracia, no hay que creer en una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo, no hay que pretender un nuevo estado totalitario, ni la militarizacion de los jóvenes, ni encuadrarse en un partido-milicia, ni hacer uso de la violencia política.

Hoy, las tornas han cambiado. Hoy, los liberales progresistas han confluido finalmente con los izquierdistas huérfanos del marxismo. Hoy, unos y otros han concluido su evolución ideológica natural. Juntos han conformado el pensamiento dominante. El que comparten las fuerzas políticas con presencia parlamentaria, el que aplican los directivos de las multinacionales, el que imponen las instituciones y magistraturas del Estado, el que alaban en las sacristías y obispados, el que fabrican los profesores universitarios y transmiten los medios de comunicación de masas.

Hoy los fascistas son los cuatrocientos mil andaluces que han votado a una opción electoral de derecha liberal para acabar con la hegemonía del PSOE durante 36 años en la comunidad autónoma de Andalucía.